Juan Groch
Freud como lector
La imaginación, el afecto, la pulsión, la repre-sentación, la cosa que deja de serlo para convertirse en palabra y la palabra escrita son aspectos comunes e ineludibles en la relación entre psicoanálisis y literatura.
El camino de inclusión en la cultura, que tiene como antecedente al conflicto edípico y la instauración del super yo. Ese salto cualitativo, tan difícil de asumir para el infante, lo introduce en un mundo de letras y de símbolos que lo acompañará el resto de su vida. Según sea su historia, los rechazará, quizás por haber sido objeto de una educación autoritaria o los asumirá al sublimar, obteniendo placer y disfrutando de dicha simbolización.
El diálogo, a veces implícito entre autor y lector, sugiere una interesante relación entre psicoanálisis y literatura, ya que para gustar de una obra primero es preciso identificarse con ella y esto no sólo le pasa al lector, sino que en un principio, le tuvo que suceder al autor mientras la producía. El escritor siempre escribe para el lector que lleva dentro, y puede ser más o menos plural.
Ese texto producido, nos muestra aspectos del autor: sus áreas de interés, anécdotas o detalles que se pueden llegar a contrastar con episodios de su vida, sus preocupaciones éticas o estéticas, su nivel de exigencia e ideal que procura; la relación entre el esfuerzo realizado y lo finalmente conseguido. Comparativamente, no todos partimos del mismo lugar ni contamos con los mismos instrumentos. Lo específico de cada cual es un punto importante a tener en cuenta en estas relaciones y en este diálogo.
El sentido por el que se pregunta el Psicoanálisis es cualitativamente diferente del que sigue la lógica literaria, sea cual sea su estilo. Lo que aparece en el texto tiene carácter de indicio, vinculado a la historia del autor. Sin embargo las imágenes poéticas eluden las investigaciones de causalidad. Bachelard por ejemplo, habla del valor de lo imaginario y de la imaginación en contraposición a la limitada realidad. Cuando hablamos de imágenes y de lo imaginario, siempre es desde una doble vertiente: la del espacio que como la casa nos da reposo y una morada para el alma y la del tiempo que se volatiliza, que es deslizamiento, desplazamiento y vuelo.
Ser privado de la función de lo irreal es tan neurótico como el hombre privado de la función de lo real.
En su “Poética del espacio”, Bachelard dice que, no solamente nuestros recuerdos, sino también nuestros olvidos, están “alojados”. Nuestro inconsciente está “alojado”. Nuestra alma es una morada sin la cual el hombre sería un ser disperso, un ser sin sueños ni ensoñaciones y sin posibilidad de integrar sus pensamientos.
Con todas las posibles definiciones o a pesar de ellas, la poesía es de todas las ramas literarias, la que mantiene viva las raíces del lenguaje, el lenguaje poético se encuentra más cerca de lo humano porque se mantiene junto a su ideal arquetípico y universal como las metáforas que es capaz de crear. Y es esa atemporalidad inconsciente del lenguaje poético la que hace que estemos hablando de un género cultural sintomático.
La literatura en sus diferentes formas se ocupó siempre del deseo y la pasión. La pasión que para algunos ciega oponiéndose a la razón y que para otros sin embargo, es indispensable para renovar el conocimiento y poder pensar y sentir haciendo uso de la libertad. El Yo como sistema que traduce imágenes a palabras mediatizando las relaciones a través del lenguaje y la motricidad. Un Yo que hace de actor pasando de la percepción al movimiento, que se ubica en el tiempo y el espacio al describir aspectos puntuales de la existencia o aspectos en relación con lo inefable.
El hombre siempre buscó una certidumbre para su ser pequeño, y en la buena literatura se vio reflejado a través de ideas o personajes fantásticos como forma de entretenimiento y/o reflexión. Los textos épicos e históricos hablan de épocas e imperios que ya no existen. Los textos científicos y filosóficos intentan abstraerse a los pensamientos mundanos, para buscar la utilidad o la esencia. La poesía, sin embargo revive en el psiquismo las vivencias infantiles.
En el texto “El poeta y los sueños diurnos de 1907”, Freud se refiere a la relación entre juego y fantasía, y a la diferencia entre fantasía y realidad. En el mismo, comenta que tan sólo fantasea el hombre insatisfecho. Las fantasías son una realización de deseos y por tanto, propician una rectificación de la realidad insatisfactoria. Son deseos ambiciosos, tendientes a la elevación de la personalidad, o bien deseos eróticos; luego añade: “Un poderoso suceso actual despierta en el poeta el recuerdo de un suceso anterior, perteneciente casi siempre a su infancia, y de éste parte entonces el deseo, que se crea satisfacción en la obra poética, la cual del mismo modo deja ver elementos de la ocasión reciente y del antiguo recuerdo”. De esta misma manera, el Quijote de Cervantes, sería la actualización de deseos infantiles que, como el autor indica en un pasaje de su obra, fueron tomando forma a través de pretéritas lecturas de caballería, hasta que finalmente se plasmaron en sus aventuras, otra vez, como el mismo Cervantes dice, a través de paranoias o monomanías por los campos de Montiel.
Si rastreamos la idea de inconsciente en los escritos literarios de la ilustración alemana tenemos que las características predominantes de su configuración son: 1) Aparece siempre a través de experiencias vividas, sobre todo recuerdos infantiles. 2) Se aprecia un íntimo acuerdo entre el inconsciente, la naturaleza y la persona (paisaje-estado-del-alma). 3) La presencia constante de la libido—sensualidad—como potencia turbadora; personificada muy a menudo en las hadas, con una cierta corporeidad, carnales y deseables y 4) La irrupción del inconsciente produce una ruptura temporo espacial.
Tieck utiliza los sueños para revelar los rasgos ocultos del sujeto y como refugio de un alma atribulada. Prisión en que muchas veces el sujeto anhela y no puede escapar. También hace uso de las alucinaciones o ensoñaciones cuando el sujeto esta despierto. El artista realiza una metamorfosis, exorcización de los contenidos para que no ocurran en realidad.
De aquella época provienen también las fantasías de Collet. En “El caldero de oro”, donde un estudiante llamado Anselmo busca a su amada por caminos mágicos plagados de dragones y salamandras que simbolizan a través de la bondad y la maldad, la leyenda de Atlántida.
A través de la fantasía, la literatura aborda los grandes temas y preocupaciones de la humanidad sobre la vida, como pueden ser: el amor, la religión, la locura o la muerte.
Si bien las motivaciones tienen que ver con los deseos infantiles, hay circunstancias que pueden marcar la identidad de un país o de una generación entera. Gran parte de los poetas y escritores de este siglo, se vio obligada a luchar y resistir por las libertades haciendo que triunfara el amor, pero sobre todo la pasión por la muerte que los marcó enormemente a raíz de la guerra. En Lorca, por ejemplo, aparece el tema del amor pero con un trasfondo siniestro y desolado. Siempre pensó que la muerte era el fin, el momento del encuentro definitivo del hombre con su duende, el duende que mueve a España como país de música y danza milenarios, lo cual se expresa con detalle en la plaza y la lidia, la cogida y el carácter del torero muerto. El lenguaje es propio de la situación y de un sólo momento de perplejidad surge la compasión por todos los muertos, quienes serán olvidados incluso por las personas y las cosas que les fueron más familiares, incluso por la criatura y el instante que concretaron su muerte.
Mas allá de nuestras fronteras, Paul Eluard también fue un poeta de la resistencia pero lo fue ex-perimentando una poesía del minuto que se vive, frente a la cual, en contraste, presenta al “hombre mortal y dividido”, con los ojos puestos en el pasado, “el hombre de las lentas barbaridades”.
Ungaretti jugó el papel de Eluard, con su facultad para ver el destino de Italia con la amplia visión de aquel cuyo dolor personal concuerda con el dolor de su patria. “Il dolore” habla más profundamente del “silencioso grito de los muertos” que no sufrieron por ninguna causa, pero que pagaron más caro la breve fascinación de una falsa grandeza.
En “Múltiple interés del Psicoanálisis”, Freud apuntó la interrelación que el Psicoanálisis entrañaba con la historia del arte y la cultura. En la actualidad, existen muchas más preguntas atendiendo a los grandes cambios que ha propiciado la revolución tecnológica. Frente a los productos del sistema y de la cultura global, aparece una forma de respuesta con gran diversidad de estilos, nuevas opciones que dejan constancia de un mundo acelerado, complejo y de una intersubjetividad cada vez más onírica e intercultural aunque oficialmente se siga hablando de la generación del 27 como si fuera hoy. Es fácil vernos capturados por el mundo de la comunicación social y perder el rumbo y la sensibilidad hacia las letras. A diferencia de la manera clásica, en la que existía una secuencia tranquila y sosegada de vivir los acontecimientos, en el mundo cibernético en que vivimos, el presente se convierte en un con-glomerado de sucesos, imágenes y estímulos que de forma continua se lanzan a través de la prensa, la radio y la televisión. Los medios de comunicación social, se han constituido en los verdaderos modelos lingüísticos al sustituir a los modelos literarios. Al ser humano se le hace cada vez más difícil procesar tal cantidad de información y ya no nos vemos al espejo de la misma manera de como solíamos hacerlo hace no mucho tiempo.
En algunos de sus últimos artículos: “Dostoyevsky y el parricidio” o “Borrador de una carta a Thomas Mann”, Freud retoma el tema de la literatura. Textos en los que intenta establecer el nexo entre la obra y el autor a través de un determinismo en el que relaciona la sexualidad y los sueños aunándolos en el lenguaje escrito. El método de reconstrucción utilizado por el psicoanálisis apunta a las mo-tivaciones inconscientes de una historia cuyo sentido siempre está por desvelarse. La literatura podría ser entonces un intento de interpretación que sobrevive a la represión antes de sucumbir al olvido.
Al igual que la literatura, pocas cosas están tan alejadas de la realidad, entrelazadas con fantasía y el sueño como el psicoanálisis y la sesión analítica.
Podríamos decir que sin la literatura el psicoanálisis no hubiera existido; más aún, hay textos freudianos que son grandes textos literarios. Léase por ejemplo “La interpretación de los sueños”, “La Gradiva” o el ensayo sobre “Lo siniestro” que ya le hubiese gustado escribirlos a un crítico literario.
Quisiera terminar diciendo que, si bien es cierto que el psicoanálisis le debe mucho a la literatura, la literatura también le debe algo al psicoanálisis. Quizás no se lea a Hamlet de la misma manera hoy que antes de Freud. Es de desear que el aporte psicoanalítico contribuya a correr velos y desentrañar conocimientos significativos de los textos literarios, que nos permita entender más y mejor el proceso creativo y su misterio.
Bibliografía
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