Buscando la tumba de Lorca

Una entrevista con Rick "Klaus" Theis

(english version)

Si cumplir los cuarenta para John Lennon fue "justo como empezar de nuevo," para Rick Theis, poeta, ha sido como una suerte de despegue. Desde que alcanzase hace tres años esta encrucijada vital, el nativo de Ohio ha dado a la imprenta sus dos primeros libros de poesía y tiene un tercero a las puertas. En el 1997, Theis saltó a la palestra por su implicación en la polémica Reunión Internacional del Ayuntamiento, organizado por la CNN. A dicho evento se le tildó de estrategia gubernamental para recabar el refrendo popular en las maniobras militares contra Irak.

Theis nació y se crió en Warren, Ohio, también lugar de orígen del poeta Kenneth Patchen. Se licenció en Ciencias Sociales por la Universidad Estatal de Ohio, y tras dos años en la facultad de Derecho, desempeñó diversos trabajos antes de fundar su propia productora de video, actividad que compagina con su trabajo como escritor.

Robert Lavigna: Quisiera que nos hablases sobre tu último libro, La tumba de Lorca.

Rick "Klaus" Theis: Bueno, la idea surgió en Mayo del 97, cuando tuve la oportunidad de leer poesía con acompañamiento músical. Nos encerramos en un estudio casero, e improvisamos las melodías. Los músicos eran miembros de V3, una banda de rock underground bastante popular y ahora ya disuelta, más otros dos amigos. Yo toqué el bajo en cuatro cortes e hice otras cosas mientras que los demás cambiaban instrumentos. Tras grabar y escuchar cinco o seis canciones, sacaba un poema que me pareció apropiado. Había leído una biografía de Federico García Lorca y una parte de su poesía... aparte de haber escrito algún poema sobre él y sobre lo que le ocurrió durante la guerra. Terminamos por grabar veintitantas canciones unidas por un mismo hilo conductor que podía justificar un álbum entero, así que lo denominé La Tumba de Lorca, como una de las canciones. Después vino la idea de agrupar las letras en un libro titulado también "La Tumba de Lorca", con todos los temas que figuran en el CD.

RL: ¿De dónde procede tu interés por Lorca?

Theis: Había leído una biografía, se titulaba Lorca, un poeta del pueblo, o algo así. Ese libro me llevó a reflexionar sobre el significado social de la poesía, el espacio que ocupan los poetas (conciencia de la sociedad), que tocan las cuestiones esenciales pero no desde un punto de vista egoísta, o pagados por decir algo en una jerga incomprensible. Llegan al fondo de la cuestión. Son filósofos. Quizá también altos sacerdotes. Creo que son una parte importante de la sociedad, pero casi nunca valorados de esa forma. Lorca, por ejemplo. Trató de llevar la cultura a calle [...] así que lo etiquetasen de izquierdista. Algunos de sus amigos sí eran realmente intelectuales de izquierdas. Cuando lo capturaron los de derechas al comienzo de la Guerra Civil, no se les ocurrió sino que había que matarlo... Esto despertó un eco en mí: escribo mucha poesía política, he estado vinculado a grupos y organizaciones políticas durante mucho tiempo, por lo que me sentí unido a Lorca. Yo no he sido ejecutado; he tenido esa suerte. Vivo en un momento y un lugar diferentes. Quiero decir, este es un país libre en determinados aspectos. Que te ofrece unos derechos. Pero observo también que el fascismo podría echar raíces en muchos paises, y los Estados Unidos no son ninguna excepción. No creo que nuestra Constitución nos inmunice contra él, ni nuestra historia. Puede surgir en cualquier parte.

RL: Así pues, el título viene de uno de los poemas, "La tumba de Lorca".

Theis: Eso es. Y es así porque, según la biografía que leí, se desconoce el lugar de la tumba de Lorca. Da que pensar, ¿Dónde está la tumba de Lorca? ¿Dónde, en sentido físico y metafísico? Nadie lo sabe y esa ignorancia dio alas a mi imaginación. Era como si los poemas sobre Lorca saliesen solos. Sin planear, que es como yo prefiero la poesía. [...] No sé si existe alguna fuerza por encima de nosotros. Muchas personas no sienten sino que son canales de energía. Yo también lo siento, pero no sé de qué energía. No sé si existe un Dios o un Gran Espíritu, o si todos somos células de un solo Ser, que es Dios, o células del Universo, que equivale a Dios, pero lo que sí sé es que hay un poder que me supera y que a veces me traspasa. Creo que no hay forma más pura de expresión que abrir la compuerta y liberar esa energía. Si no es así, aparece el ego distorsionador del mensaje—"Voy a usar este gran hallazago verbal aquí, voy a lucirme ahí." Pero si te limitas a dejar que fluya a través de tí, logras una expresión artística pura. Expresión espiritual.

RL: Hablemos de tí como activista político y social.

Theis: Es una historia larga y sórdida. Mi padre era obrero siderúrgico. Mi madre era ama de casa y después se hizo agente inmobiliario cuando todos nosotros empezamos el colegio. Warren es una ciudad industrial, en el noreste de Ohio de tradición muy liberal. El resto del estado es sumamente conservador. Mis padres empezaron por votar a Kennedy en el 60. Y en el 68 creo que ambos votaron a Wallace, del tercer partido, candidato de extrema derecha, y es que lo que veían de los años sesenta les estaba asustando—¡una revolución, hay que desmantelarla!—y terminaron por desplazarse hacia la extrema derecha. En el 68 yo tenía doce años. Al cabo de uno o dos años, me convertí en el más radical de los Demócratas, bajo la influencia de lecturas históricas y sociales. Seguía noticiarios. Estaba al corriente. Ví el Vietnam. Me transformé en activo oponente a la guerra, con todas las fuerzas de mi adolescencia...

Y así me conciencié. Me habían inculcado el papel que representan en el mundo los Estados Unidos. Aprendí las Garantías Constitucionales, escuché que América apoya la libertad en todo el mundo. Me lo creí porque mis padres se lo creían. Pero descubrí la realidad; y la realidad es completamente diferente. Se supone que defendemos la libertad, pero invadimos otros países, aplastamos movimientos de liberación. Explotamos a otras gentes del modo más diverso. Y quizá porque era joven, mi mente estaba abierta a percibir esta contradicción. Podía reaccionar de dos maneras. O bien podía haber cerrado los ojos a la realidad y vivir en un La-La Land de "América nunca hace nada mal", como hicieron mis padres, o haber visto la contradicción y hacer algo para cambiarla.

Muchas veces, en los E.E.U.U. (o en cualquier otro lado) la gente da por supuesto que el silencio es síntoma de aprobación. O quizá se piensa, "No estoy realmente seguro de que tal cosa esté bien", pese a lo cual, por alguna razón, se prefiere seguir a la mayoría... Pero si tú puedes mostrar una salida, demostrar que existe oposición a políticas que tú consideras erróneas, verás que muchos cambian de opinión inmediatamente, porque esa era realmente su opinión, pero no tenían ninguna compañía. Y no se atreven a ir por su cuenta. Muy pocos quieren jugarse el cuello.

RL: La Reunión Internacional del Ayuntamiento de la CNN: ¿Fue un fracaso? La administración de Clinton proclamó que era un claro ejemplo de democracia en acción.

Theis: (Risas) Buena pregunta. Es complicado. Fue un éxito para la democracia, pero no, creo, por méritos de la Administración Clinton. No se organizó como una reunión abierta. No se organizó democráticamente. En la ciudad no se enteraron de que iba a celebrarse hasta un par de días antes. Se organizó además en un lugar donde Clinton cuenta con apoyos, y de tal manera que sólo cierta gente pudo entrar. Imprimieron entradas para el recinto, pero casi todos los sitios eran malos, y sin visibilidad. No tenías acceso al micrófono, ni oportunidad de hacer preguntas. La platea se la reservaron ciertos grupos como organizaciones estudiantiles, clases de ciencias políticas, La Liga de Mujeres Votantes, por lo que contaban ya con las preguntas que podían llegar desde ese lado del auditorio. Pero se cuidaron mucho de no acudir a los barrios más pobres de Columbus, o de facilitar entradas a organizaciones de izquierdas para que todos los puntos de vista estuvieran suficientemente representados. En lugar de esto, optaron por elegir un público interesado en que la sociedad permanezca inamovible.

Y entonces le echas un vistazo a las cosas tal como realmente ocurrieron: sólo había una cadena para cubrir el acontecimiento, la CNN. Y ahí estaban todas estas autoridades llegadas de Washington, los únicos que componían la mesa. Nadie con un punto de vista diferente podía compartirla con ellos. Las intervenciones inaugurales no fueron más que pura propaganda. Y así, en vez de facilitar las opiniones divergentes, ni siquiera aquellos preseleccionados entre el público por ser lo suficientemente conservadores pudieron manifestarse. Sólo se permitió hacer preguntas, lo que significa que la información fluyó en un único sentido.

Y Columbus, Ohio, que es un lugar relativamente conservador, pero donde hay convicciones políticas, donde hay grupos contrarios a la guerra, se encontró con la necesidad de aunar fuerzas para demostrar sus poderes. Fue un trabajo arduo organizarlo todo en dos días. Intentaron conseguir todas las entradas posibles. Algunos llevaron pancartas dentro del recinto. Razonaron: "De acuerdo, en sustancia este no es un debate abierto. No vamos a lograr que escuchen nuestro punto de vista si no recurrimos a tácticas en principio no muy aceptables..." Tácticas, desde luego, que no eran muy corteses. Prorrumpieron en cánticos. Yo me sumé. Esto era, desde luego, lo que menos querían oír los moderadores porque trastornaba todo el programa, e intentaron acallar a la gente. Me enfrenté a la tarea de explicarlo yo mismo. Me puse en pie (estaba sentado en el suelo; había conseguido una entrada clandestina) y dije: "Esta gente grita porque cree que su punto de vista no va a ser oído. ¿Vamos a tener la oportunidad de hacer alguna declaración o alguna pregunta?" Madeleine Albright me respondió, "Tendréis vuestra oportunidad". Eso es lo que dijo exactamente: "Tendréis vuestra oportunidad". Y Bernard Shaw dijo: "Sí, tendréis una oportunidad". Y de esa forma la gente se calmó.

Bueno, se terminaron las intervenciones de apertura, y llegó el momento de hacer las preguntas. Yo era la primera persona frente a los micrófonos—había tres para las preguntas. La mujer que estaba conmigo junto a los micrófonos, representante de la CNN, me preguntó, "¿Cuál es tu pregunta?", y respondí, "No tengo porqué decirte cuál es mi pregunta. Esto es América. Me parece que puedo preguntar lo que quiera, ¿no?. Existe la libertad de expresión". Escuchó algo en sus auriculares, se volvió y dijo, "No vas a poder hablar a menos que antes no nos digas la pregunta". Con que dije, "Pienso referirme a por qué esta reunión de la CNN está organizada de forma antidemocrática, impidiendo un intercambio libre de ideas". Volvió a sus auriculares. "Ah no, no vas a preguntar eso. Ve a sentarte". Y dije, "No. No me voy a sentar".

Entretanto, habían pasado a las dos primeras intervenciones saltándome a mí, primero por el micrófono uno, luego por el dos, y después recibieron una llamada telefónica del público. Llegados a este punto, estaba claro que no me iban a dejar hablar. Se estaban deshaciendo de mí. Así que interrumpí el encuentro y empecé a gritar que no me estaban dejando hablar, que era mi turno de intervención. Judy Woodruff, una de las moderadoras, escuchó algo a través de los auriculares y dijo, "¿Qué? Tenemos otra llamada más del público? Ah, vamos al anuncio". Es decir, que sabían lo que estaba pasando. Tan pronto como entró el anuncio, Bernard Shaw, el otro moderador, se acercó y me preguntó, "¿Por qué estás saboteando la reunión? Vas a tener una oportunidad de hablar". Dije, "No, no voy a tenerla. Me han dicho que no me van a dejar hablar".

Entonces unas personas me agarraron—unos cinco gorilas—y me arrastraron hacia el hall. Esto lo pasaron luego por la televisión local, y por alguna nacional. Pero la CNN no lo programó, ni lo mostró en directo, porque se grabo durante los anuncios. Cuando estaba a la altura de las puertas del hall pregunté, "¿Estoy detenido?" Y ellos respondieron, "No", y dije, "Entonces voy a volver a entrar". Un representante de la Universidad dijo, "¿Podrías esperar sólo un momento? Queremos que hables con un productor de la CNN. Quizá haya alguna forma de que puedas entrar y hablar". Salió fuera, me preguntó cuál era el problema, se lo expliqué, y me dijo que quería dejarme hablar. Me dijo si podía esperar un poco hasta que todo se calmara un poco, y le dije que aceptaba.

Entonces me dejaron volver al ruedo, pero me pusieron un guardia, uno de seguridad de la UEO (Universidad Estatal de Ohio). Esperé pacientemente unos quince o veinte minutos, y le pregunté al productor, que andaba por allí. "¿Me vais a dejar salir?" "Ah, si, espera un momentito". Pasaron veinte minutos y le volví a preguntar. Al poco, ya sólo faltaban diez minutos para que concluyese este programa de hora y media. Era bastante obvio que me estaban engañando o mintiendo. No me iban a dejar salir, porque sabía que iba a haber intervenciones de despedida, así que me volví al mismo micrófono del principio. Había alguien antes que yo y le pregunté, "Oye, te importa si intervengo antes, porque me temo que no me van a dejar hacer la pregunta". Y contestó, "¡Ah, no, yo voy a hacer mi pregunta"! Pensé, "Bueno, lo que sea". No me iba a poner a pelear con él. Entonces esperé. En un momento dado anunciaron, "Vamos a ir a las intervenciones finales", y el tío se sentó.

Y allí estaba yo otra vez. La CNN me ha mentido. Decidí, "Vale, voy a interrumpir el encuentro otra vez. ¿Qué puedo hacer? Es la única forma". Es tal y como decía: la gente que había venido para esto sentía que la única forma de que su opinión fuera expresada era hacer algo grosero. Bueno, yo tenía que ser un poco grosero. Así que empecé a chillar, "Me habían dicho que me dejarían hablar". Parece que no pudieron sacar más anuncios, o no sé qué otra razón, pero accedieron a dejarme hablar. No tardé en dirigirme hacia el estrado. Quería hablar desde la mesa. ¿Por qué iban a estar sólo ellos representados en la mesa? Dijeron, "Ah, no, siéntese". Pensé que no podía tentar más mi suerte, porque había gente entre el público que me abucheaba—y también algunos que me aplaudían—y me dije, "Mejor que hago mi intervención".

La hice, y fundamentalmente hablé sobre porqué todo esto era injusto, porqué no era democrático. Era una falsa asamblea, no una asamblea con representación equitativa de ambas partes—o siquiera de alguna de las partes. Luego planteé por qué no debíamos bombardear a Saddam (Hussein). Clinton había admitido que la única razón del bombardeo era enviar una señal. No íbamos a eliminar a Saddam, no íbamos a acabar con sus armas. Eso no era posible dadas las características de nuestro ataque—sólo era para mandarle un mensaje. Dije, "Nosotros la gente de Columbus, Ohio, de la zona central de Ohio, y de toda América, no mandaremos mensajes escritos con la sangre de los hombres, mujeres y niños iraquíes. Si queremos tratar con Saddam, trataremos con Saddam, no con el pueblo iraquí".

En ese momento, me fui y me senté. Estaba bastante cansado después de estar allí peleando para que me dejaran hablar. Me sentía como un salmón nadando a contracorriente. Posteriormente, me encontré cercado por ejércitos de periodistas y medios de comunicación. Apareció en la revista Time, en periódicos japoneses, en la televisión francesa, y en las primeras páginas de toda América. Con todo lo que pasó después, traté de comunicar un mensaje anti-belicista.

No fue un encuentro abierto. No fue un gran ejercicio de democracia. De hecho, la gente me decía, "Si este fuera otro país, te podían haber arrastrado fuera y haberte pegado un tiro". Y yo pienso, "¿Se supone que eso es un modo de dar la aprobación al maravilloso sistema americano? ‘No me dispararon, me echaron’". Eso no tiene mucho que ver con la democracia, ¿sabes? Si va a haber una asamblea de ciudadanos, si alguien quiere hacer alguna declaración, deja que haga la declaración. ¿Por qué tenían tanto miedo de lo que yo pudiera decir? Sólo son ideas. Que mi idea sea mejor—eso es lo que temen. Necesitan censurarla. Por esto estoy totalmente en contra de la censura. La Administración de Clinton sólo quería maquillar la situación de la mejor manera posible. Sabían que la habían cagado. Su política saltaba a la vista por lo que era: una política desacreditada que ni estaba bien moralmente, ni era políticamente inteligente.

RL: ¿Crees que esta "Pax Americana" está asfixiando lentamente con sus garras al planeta en beneficio de sus propios intereses económicos?

Theis: Por supuesto. Eso es el motor de todo, porque el Gobierno de los Estados Unidos está controlado básicamente por las grandes corporaciones de los USA. Muchas de estas corporaciones son multinacionales, y los Estados Unidos quieren proteger sus intereses—intereses corporativistas—alrededor del mundo. Todo está bien atado, y de alguna manera eso la gente lo entiende, y por eso lo apoyan. Lo que los americanos quieren fundamentalmente es mantener su estilo de vida. Quieren conducir sus coches grandes con gasolina barata. Quieren tener tantos chismes tecnológicos para entretenerse como sea posible. Y saben que para que sea posible deben apoyar a su ejército así como a todas las acciones que emprenda alrededor del mundo.

Es un pecado pensar que América puede ser el árbitro moral del mundo. Ser el policía del planeta, puedo imaginar esto. Tenemos más fuerza que todos los demás. Pero el policía solamente debería hacer cumplir—no hacer también—las leyes. Creó que los Estado Unidos no deberían pensar que llevan siempre la razón. Es un país con muchos vacíos. No entiende otras culturas. La mayoría de los americanos no tiene vocación internacional. Lo ideal sería una especie de gobierno internacional que agrupase a todas las culturas e ideas políticas, y elegir ellos las mejores. La ONU es una buena organización, especialmente por su código internacional de Derechos Humanos, y tenemos que hacer cumplir este código. Tenemos que utilizar el Tribunal Mundial de forma que sus opiniones se hagan valer, justo como hacemos en EEUU.

Me encantan los EEUU. Me encanta la Constitución, especialmente la Declaración de Derechos. Me encanta la forma en que funciona nuestro gobierno—creo que lo hace de manera limpia. Pero tenemos algunos problemas reales, y uno de ellos es el de intimidar a todo el mundo y decidir lo que es bueno para otros sólo porque es bueno para nosotros.

RL: Esto nos lleva al objetivo del artista. ¿Cuál debería ser su papel en la sociedad? ¿Crean simplemente para entretener, para capturar o representar la belleza de algún modo, o acaso su arte debería portar algún tipo de mensaje?

Theis: Ambas cosas, y te diré por qué. Si creas belleza, en realidad le abres a una persona los ojos al misterio de la vida, porque la belleza es algo indefinible. Es como saber que estás vivo. Ilumina la vida. En cuanto a la política, para volver otra vez a ella, es una parte de la belleza de la vida: permite que realmente haya cambios, que la gente sea feliz, puede reducir el dolor, y ayudar de verdad a que la gente viva y se deleite con ese misterio.

Creo que todas las artes son celebraciones de la vida, y la política es también una celebración de la vida, porque en realidad trata de mejorar las cosas. Trata de hacer de nuestras vidas algo más bello, y permitirnos celebrar la belleza. Cada vez que las cosas van mal políticamente, estás robándole misterio a la vida. Cada vez que la gente sufre dolor, sólo lo sufre por razón de la avaricia o de la ignorancia; es un mal estado de cosas. ¿Por qué no podría la gente celebrar el misterio y la belleza de la vida? Muchos no pueden. Para muchas personas, el día a día es una continua lucha por la supervivencia. Tienen poca o ninguna belleza, y no me gusta ver como se les roba esa oportunidad.

RL: ¿Piensas que los artistas son un producto de la sociedad en que crecen, o son voces únicas?

Theis: Un poco de ambas cosas. Porque es muy difícil escapar de la cultura en que has crecido. Pienso que los artistas se esfuerzan por alcanzar una voz más universal. Y así debe de ser. Porque, cuando te encuentras encerrado en tu propia cultura, a menudo es difícil percibir lo que está mal en tu propia cultura. Y si lo cambias, o celebras lo que hay de bueno en ella, la estimulas para que crezca y se sostenga.

Un artista tiene que expandir los límites de lo que es su conciencia, y de cómo la ha formado su sociedad, debe ir más allá para conseguir una perspectiva diferente de su sociedad, lo que a su vez puede instruir a otros ciudadanos que no han vivido su cultura bajo esa nueva luz.

RL: ¿Cuánto hay de espiritualidad en tu arte? ¿Cómo influye la religión, si es que influye de algún modo?

Theis: Esa es una buena pregunta. Yo fui educado en el catolicismo. Me había separado de la Iglesia Católica a finales de los 60. Cuando fuí a la universidad, probé el budismo. Realmente me abrió los ojos, porque era una filosofía totalmente diferente, una forma distinta de ver la vida. Empecé a darme cuenta de cómo Oriente y Occidente tenían conceptos radicalmente diferentes de lo que es la vida, incluso la lógica era diferente. Empecé a estudiar un poco de Taoísmo y Budismo Zen, que me atraían mucho. Me gustaba la idea del Zen porque era inmediata. Es como ver una iluminación inmediata. No necesariamente la iluminación del sabio o del gurú, sino la iluminación de ese momento único.

Esto me influyó porque avivó mi mente. Yo estaba estancado en el pensamiento occidental. Y había tenido una infancia dura con la que estaba en guerra permanente. Pensar los términos de la batalla sólo al modo occidental me limitaba, y era duro escapar de esos condicionantes, pero la vía oriental me ayudó un poco. Me identificó con todo el universo, y me liberó de pensar que esos problemas eran sólo parte de mí. Me siento muy bien cuando miro al cielo, y veo que es un reflejo de mí. Lo son los árboles, y los ríos y las montañas. Me siento a gusto, me siento bien. Es algo hermoso.


Traducida por Pablo Iglesia, Ramón García y Robert J. Lavigna


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