a la memoria de mi padre
La noche se espesa de clavos,
de murallas de silencio.
Ha muerto de cáncer.
Le pones una piel vegetal:
es la corteza porosa de los alcornoques,
o la lluvia negra de los cristales,
de las estatuas inmóviles,
negras e inmóviles.
Los pulmones son negros como los lirios muertos,
color morado como las calas muertas,
llantos de estrellas ordenadas,
alfileres de las gargantas.
La muerte es desnudarse de carne roja,
ser un gesto metálico,
un árbol roto,
un ojo pequeño de una homrmiga.
La muerte es silencio,
dureza de espinas.
No hay más dolor que lo posible.
Un agujero tan grande que es de color gris,
gris de plata,
azul monótono,
cristales de agua.
Un agujero tan grande que no duele
porque el pulmón era tan grande como el mundo,
era incompleto y transparente,
una sonrisa lineal,
o un corazón silencioso.
Angela Pérez Ovejero nació en Talavera de la Reina (Toledo) en 1961. Es Licenciada en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y ha sido Lectora en la Universidad de Milán (Italia). Ha publicado reseñas, artículos, crítica literaria y poesía en diversas revistas españolas e italianas. Obras poéticas: El ángel triste y Umbral y luz.
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